Silvester Stallone fue la estrella indiscutible de los 80, de eso no cabe ninguna duda. Y dentro de su filmografía había cine para todos los gustos, pues incluso se atrevió con la comedia en 1992 con “Alto! O mi madre dispara!”. Pero en 1986 interpretó a Lincoln Hawk, un humilde camionero que tendría que luchar por recuperar el amor de su hijo, un hijo criado por circunstancias de la vida, por su multimillonario abuelo, quien detestaba a morir a su padre.
En este film del director Menahem Golan (director de cine de encargo con hasta 10 películas por año) se expone la historia de amor de un padre por su hijo, pero de una manera inusual para aquel entonces. Una “road movie” atípica donde un padre y su hijo, se irán conociendo en un viaje en el que atravesarán el estado hacia un campeonato de pulsos que ofrece como premio, un camión último modelo y un montón de dinero.
En esa historia enfocada para un público más adolescente, se demuestra una vez más que la vida viene sin preguntar, y que hay que enfrentarse a ella de la manera más humilde e inteligente. Todo ello con estupendas frases motivadoras que giran en torno al deporte (supongo que lo es) del pulso, el cual sirve como base para enriquecer y fortalecer la personalidad de un niño pijo y consentido, por un abuelo sobreprotector sin valores humanos.
La cinta no es gran cosa, pero para fans de Rocky era suficiente. En aquel entonces Stallone había estrenado, hacía un par de años, Rocky IV y aún le quedaría por filmar la 5ª entrega, por lo que se dio un chute de “espíritu de sacrificio” con este trabajo.
A día de hoy es mejor quedarse con el recuerdo de los 80, que verla de nuevo. Es una de esas cintas que pierden mucho con el tiempo, y más aun con la edad del espectador, pero sigue siendo una estupenda película para enseñar valores a los más pequeños.
Por Isaac Berrokal
La Muvida 